LA LEYENDA DE LA LAGUNA DE LA MANZANA

Ala entrada del Burgo Ranero, pueblo cercano a Sahagún y situado en el Camino de Santiago, existe parte de lo que fuera una gran laguna, hoy llamada de la Manzana. Sobre ella crecen juncos y plantas acuáticas, ocultando su profundidad y el reflejo de la torre de la iglesia.

Cuenta la Leyenda, que en otro tiempo salían de sus aguas toda clase de reptiles y anfibios, siendo tal su número, que dieron nombre al pueblo. Tal era el temor y la repugnancia que provocaban las oscuras aguas de la laguna, que muchos vecinos tuvieron que cambiar sus casas. También los peregrinos variaron su ruta bordeando las calles del pueblo para evitar encontrarse en cuanto allí había.

Una tarde de junio del año 1.100, víspera de San Juan, apareció por el camino un peregrino que preguntó a un niño dónde buscar cobijo esa noche. El pequeño le indicó que a esa hora sólo quedaba su casa, pero le advirtió de la inconveniencia de que estuviera próxima al lago. El peregrino sonrió y no dando importancia a cuanto el niño contaba, se hospedó en su casa.

Tras cenar, el peregrino se retiró a su aposento. Aquella noche, como otras muchas, las casas permanecían cerradas, pero aún así el sonido de las ranas y sapos era inmenso.

A la mañana siguiente, el peregrino extrajo de su zurrón una hermosa manzana que se disponía a depositar junto a la almohada del niño, pero éste se despertó. Sorprendido por el hecho de que le diera la manzana, quedándole aún tanto camino por delante, el viejo peregrino le dijo que había hecho el camino muchas veces y que santiago le había obsequiado con el mejor de los dones: “ La generosidad de la gente y laingenuidad de un niño”. Por eso no le asustaban los lagos repugnantes como aquel.

Se despidió del niño y le dio un consejo: “que cuando terminara de comer la manzana, arrojase el corazón al lago y entonces todo lo vería más claro”.

El niño siguió su consejo y a medida que iba comiendo la manzana, sentía que era más fuerte, desapareció su miedo al lago y al arrojar los restos, prodigiosamente el lago se iba haciendo más claro.

Aún hoy, una parte del lago permanece limpio, sin maleza alguna y el croar de las ranas es suave y musical, como si la presencia de aquel peregrino se mantuviera presenta, pese al transcurrir de los siglos que han pasado...