LA HUELLA DEL CAMINO EN LA CIUDAD DE LEÓN
Introducción

La morfología urbana del casco histórico de gran parte de las ciudades y de muchos pueblos situados al norte del Duero es deudora del Camino de Santiago. La mayoría tuvo un origen romano, pero el Camino marcó y pautó en gran parte su crecimiento en época medieval. Recorrerlo por esos núcleos urbanos permite sumergirse en su historia y en la de sus gentes: adentrarse en sus calles, plazas y barrios, en gran parte surgidos al compás del impulso urbanístico de la peregrinación; conocer sus monumentos, unos religiosos y otros civiles, que manifiestan, respectivamente, la espiritualidad y el rango y poder de quienes los financiaron; cruzar las murallas y puertas que nacieron para defender y definir la ciudad frente al campo, y reconocer los cambios sufridos por la topografía originaria.

Es un camino histórico y ha dejado, como es intrínseco a la Historia, una huella tangible, pero el mismo transcurso del tiempo también ha puesto su peculiar marca en negativo y gran parte de sus trazas ya no existen o sólo quedan vestigios. El Camino contribuyó al crecimiento y desarrollo de la ciudad y ésta, o mejor sus habitantes, acabaron engulléndolo. Por eso, su huella es tanto la que permanece como la que se ha perdido. Y conocer el Camino significa comprender por qué se construyó lo que se conserva y por qué se destruyó lo que ha desaparecido. Este es el objetivo de nuestro trabajo.

Será un recorrido en el tiempo presente, pero acompañados del pasado medieval, en especial, y moderno, de aquél que permanece en pie o del que no queda nada salvo su memoria histórica. El Camino por León nos va a llevar desde un río hasta otro, desde el Torío al Bernesga, cruzando sendos puentes para entrar en la ciudad y para salir de ella; un hospital y la orden militar de San Juan de Jerusalén nos recibirán en la actual iglesia de Santa Ana y otro hospital y la orden militar de Santiago nos despedirán en el antiguo convento de San Marcos; accederemos a la ciudad antigua por la cerca medieval y la abandonaremos por la muralla romana, y en el transcurso, templos, palacios, calles antiguas estrechas y otras modernas ensanchadas por las que nos acompañarán las imágenes esculpidas o pintadas de los peregrinos y de sus santos protectores, presididos, naturalmente, por Santiago.

El objetivo que perseguimos en esta ocasión está guiado por la finalidad didáctica del Curso “Acercamos nuestro patrimonio al aula”. Por tanto, creemos que el Camino nos va a conducir por gran parte del casco histórico de León y nos va a mostrar algo de su historia más significativa. Nos permitirá conocer el espacio geográfico en el que se asienta la ciudad; analizar los recintos amurallados que delimitaron su crecimiento; comprender el nacimiento y desarrollo urbano de alguno de sus barrios; estudiar los grupos sociales y económicos que la habitaban, la monarquía, la nobleza, el clero y la burguesía, junto con las etnias judía y musulmana; describir las características artísticas de algunos de sus edificios, esculturas y pinturas y entender el significado de la iconografía de sus imágenes; explicar la religiosidad del peregrino, el significado de las reliquias que veneraba y las creencias de quienes le cuidaban y protegían; y, al mismo tiempo, podremos valorar el estado de conservación en que ha llegado hasta nosotros esta parte del patrimonio leonés integrada en el Camino de Santiago, que goza de la mayor protección legal que le cabe a una ruta histórica, pues, desde el año 1987, fue considerado por la Comunidad Europea “Primer Itinerario Cultural Europeo” y desde 1993, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

“Viene luego Mansilla, después León, ciudad sede de la corte real, llena de todo tipo de bienes”. Estas pocas palabras, pero precisas sobre su carácter regio y próspero, empleó el probable autor, Aymeric Picaud, del primer libro de viaje o guía del peregrino jacobeo, escrito hacia 1160: el Liber Sancti Iacobi o Liber peregrinationis (Guía, en Bravo, 1989, 7 y 23). Cuando avisa a los peregrinos sobre “los ríos buenos y malos” nos describe el interfluvio sobre el que se emplaza la ciudad:”el Torío, que pasa por León, al pie del castro de los judíos; el Bernesga, en la misma ciudad, pero por la otra parte, es decir, en dirección a Astorga” (Ídem, 29). Y les recuerda que entre los santos que no deben olvidar visitar están los restos de San Isidoro, conservados en su basílica:”A continuación se ha de visitar en León el venerable cuerpo de San Isidoro, obispo, confesor y doctor, que instituyó una piadosa regla para sus clérigos, y que ilustró a los españoles con sus doctrinas y honró a toda la iglesia con sus floreciente obras” (Ídem, 66).

Esta guía orientó los pasos de los peregrinos durante siglos, la mayoría anónimos para nosotros, salvo algunos, como el alemán Herman Küning von Vach en el siglo XV, el italiano Domenico Laffi en el XVII y el picardo Guillaume Manier a comienzos del siglo XVIII, que dejaron impresas su opinión y experiencias sobre la ciudad leonesa, sobre los albergues u hospitales que los acogieron y las limosnas que recibieron mientras cumplían con los rituales propios del romero. A mediados del siglo XX se publicó una obra monumental que ha dirigido a los investigadores y a los viajeros del Camino Francés hasta hoy y, naturalmente, a nosotros: “Las peregrinaciones a Santiago de Compostela” de Luis Vázquez de Parga, José Mª Lacarra y Juan Uría Riu, tres investigadores ilustres y maestros de generaciones de historiadores españoles. Sus precisos datos serán enriquecidos con los estudios históricos posteriores de Justiniano Rodríguez, Carlos Estepa, Amando Represa, César Álvarez, Martín Galindo y otros, sin olvidar los trabajos de Antonio Viñayo sobre el Camino en León, todos ellos actualizados por las investigaciones arqueológicas recientes de Victorino García, Emilio Campomanes, Avelino Gutiérrez y otros. Para seguir y trazar la huella física del Camino en la ciudad utilizaremos el plano histórico de la ciudad de León del Padre Risco del año 1792; para guiarnos por el antiguo recorrido por fuera de la ciudad, cuando su entorno todavía era de prados y huertas, nos serviremos del plano de “Registros y Fielatos de León” del año 1825, obra del arquitecto Fernando Sánchez Pertejo (Alonso García, 1996, planos 43 y 73) y, por último, del plano de reconstrucción histórica realizado por César Álvarez para el siglo XV, en el que se recogen y se actualizan las informaciones cartográficas de los investigadores que se han ocupado del urbanismo del León medieval desde Sánchez Albornoz hasta hoy (Álvarez, 1992, 56 y 57).

Plano León 1825 Plano León 1792
Plano S. XV

Diseñado para CFIELeón. Centro de Formación del Profesorado e Innovación Educativa
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