LA HUELLA DEL CAMINO EN LA CIUDAD DE LEÓN
PASO 1: EL PORTILLO

Castro de los Judíos al fondo.

Desde lo alto de las superficies terciarias del Portillo, donde estaba el crucero, el peregrino divisa la ciudad de León, que está asentada sobre las terrazas fluviales bajas formada a fines del cuaternario en el interfluvio que depositaron y después excavaron los ríos Torío, a los pies de la loma, y Bernesga. En ese rellano en suave pendiente hacia el sur y el oeste, los romanos emplazaron el campamento de la Legio VI Victrix, poco después de concluidas las guerras de conquista del emperador Augusto contra los cántabros y astures, hacia los años 15 ó 10 antes de la Era, tal y como han revelado las excavaciones arqueológicas de los últimos años (García, 1999 y Miguel y García, 1993). La Legio VII Gemina, a la que se refieren todos los estudios antiguos como la fundacional de la ciudad, (Parga, Lacarra y Ríu, 1949, 243), se acuarteló aquí mucho después, hacia el año 74. Hasta este campamento llegaba una calzada romana, la vía número I del Itinerario de Antonino, denominada De Italia in Hispanias, que descendía, según Victorino García, no por la carretera actual sino más al suroeste, por una zona de relieve menos accidentado, desde, quizás, Valdelafuente hacia Puente Castro, cruzando la Avenida de San Froilán en las proximidades del cementerio de León, en dirección hacia el barrio de la Lastra.

Al iniciar el descenso, el peregrino debe desviarse del camino original hacia la izquierda para salvar la “ronda sur” y la autopista a través de una pasarela, y observa a su derecha un crucero y a su lado, la Fuente del Portillo, constituida por un pilar cuadrangular rematado en un motivo apiramidado y enmarcado por un amplio pilón rectangular para el ganado, que fue inaugurada, según reza una inscripción, en el año 1791, en tiempos de Carlos IV (González Flórez, 1980, 15). La fuente ya está seca, la cruz es de hormigón y ambas están desplazadas de su lugar original. El crucero antiguo, de finales del siglo XV, fue trasladado hacia mediados del siglo XX a la plaza de San Marcos, donde se conserva, y en el Portillo quedaron los cinco peldaños que formaban su pedestal (Vázquez, Lacarra y Uría, 1949, II, 241).


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