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Castro de los Judíos al fondo.
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La ubicación aquí de la comunidad judía demuestra que constituía una etnia segregada de los cristianos. El distanciamiento entre ambas creencias se había acentuado desde los tiempos de la conversión del rey visigodo Recaredo y se recrudeció a causa de la colaboración de los hebreos, o al menos de algunos, con los invasores árabes y bereberes. La comunidad judía de Puente Castro dependía del rey, al que pagaban un tributo que el monarca cedía a la Iglesia de León, y se dedicaban a explotar la tierra como propietarios y a la cesión de préstamos, actividad que les permitió disfrutar de una posición económica mejor que la que tenían la mayoría de los cristianos. Debían constituir, según C. Estepa, el núcleo fundamental del judaísmo de la comarca. Aquí residieron hasta el año 1197, cuando el rey Alfonso IX donó el lugar a la Iglesia de León, mandó destruir la fortaleza (para evitar que cayera en manos enemigas, como había sucedido el año anterior, cuando fue conquistada por el rey castellano Alfonso VIII) y los debió obligar a asentarse en los arrabales meridionales de la ciudad, sobre todo en los de Santa Ana-Santo Sepulcro y de San Martín, donde ya están documentados en el siglo XIII (Estepa, 1974,170).
En los últimos años, los profesores J.L. Avello y J. Sánchez-Lafuente están investigando arqueológicamente el Castro, que va desvelando su urbanismo, las viviendas y el utillaje doméstico del poblado. Aquí vivió, entre otros, Mar Ya`aqob, que fue “asesinado en la carretera de Sant-Yago” en el año 1026, según reza su lápida (Fernández Gómez, 1998,30; Rodríguez, 1969, 50).
Aunque los hebreos fueron expulsados, el núcleo de Puente Castro fue creciendo en torno a la parroquia de San Pedro del Castro, citada desde el año 1193, gracias a su vecindad con el puente, por el que seguían cruzando comerciantes y peregrinos. C. Álvarez señala que al menos desde 1434 Puente Castro quedó incorporado como un arrabal más de León (Álvarez, 1992, 70)
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