LA HUELLA DEL CAMINO EN LA CIUDAD DE LEÓN
PASO 17: Convento de las Concepcionistas.

La calle Herreros finaliza abriéndose a una pequeña plaza presidida por el primer palacio nobiliar que encuentra el peregrino en la ciudad de León: el convento de las Concepcionistas, donde conviven la arquitectura gótica de su fachada palaciega y el clasicismo herreriano del templo, conjuntados por el patrocinio de una de las dos grandes familias nobles de la ciudad, los Quiñones, que ostentaban el título de condes de Luna, otorgado por Enrique IV, desde el año 1462. El convento, que pertenece a una comunidad de monjas franciscanas concepcionistas, integrada por miembros de familias de alto linaje de la ciudad y buena posición económica, fue fundado en el año 1512 por doña Leonor de Quiñones y su hermano Fr. Francisco, cardenal de Santa Cruz, hijos de los primeros Condes de Luna, Diego Fernández de Quiñones y doña Juana Enríquez. Su madre, hija del primer conde de Alba de Aliste, había dejado a Leonor, entre otras posesiones, su palacio, en el que se asentó después la comunidad (Bravo, 1935, 10-12 y 36-38), del que subsiste la portada, del siglo XIV: situada entre torres cuadrangulares, dispone de una vano adintelado sobre el que voltea un arco apuntado que guarece, a su vez, otro trebolado, todos enmarcados por un alfiz apeado en bustos de leones; sobre el conjunto vuela un corredor mudéjar de madera, único y excepcional en la arquitectura de la ciudad, que está pintado con follajes y escudos de armas, unos, reales y otros, del conde de Alba de Aliste (Gómez Moreno, 1925, 291). En el año 1578 la capilla del palacio, donde celebraban sus cultos las religiosas, se hundió y don Alonso de Quiñones, sobrino de los fundadores, se ofreció a construir una nueva iglesia a cambio de que el convento reconociera su patronazgo sobre ella.

Convento de las Concepcionistas

La obra la trazó su arquitecto de confianza, el trasmerano Ribero Rada, y fue ejecutada a partir del año siguiente por su aparejador Diego de la Hoya, (Rivera, 1982, 122-127). Su pureza de líneas y su desnudez decorativa, sólo rota con los blasones decorados con los veros de los Quiñones, reflejan el clasicismo de influencia herreriana.


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