La huella del Camino fue borrándose en este arrabal de manera acelerada entre 1920 y 1940 cuando fue creciendo el nuevo barrio de San Esteban bajo el impulso de parcelaciones particulares, carentes casi de toda planificación urbanística y fueron construyéndose viviendas plurifamiliares que paulatinamente fueron densificando las antiguas y extensas superficies de huertas regadas por la presa de San Isidro, las cuales acompañaron a los peregrinos durante siglos. La embocadura actual de la calle Renueva está abrazada por dos interesantes edificios que muestran al romero las dos tipologías que guiarán la arquitectura del siglo XX: la arquitectura ecléctica tardía, que se prolongará en León durante las primeras décadas de esa centuria, y la arquitectura racionalista. A la derecha, observa la fachada de un edificio historicista en ladrillo (hoy revocado), promovido por el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de León y construido en 1919 por tres de los arquitectos más activos de la ciudad, Torbado, Cárdenas y Sáinz–Ezquerra, que es interesante porque fue uno de los primeros que se acogió en León a la Ley de Casas Baratas aprobada por el Gobierno en 1911, con la que se pretendía fomentar la construcción de viviendas accesibles económicamente a las clases trabajadoras (Serrano, 1993, 137). Enfrente y adecuándose en trazado curvo a la esquina, un edificio de viviendas concebido en 1938 pero ejecutado en 1950 y al que se le añadieron las dos plantas últimas en 1957, que fue construido por los arquitectos Ramón Cañas del Río y Juan Torbado Franco, y que proyecta la incorporación en León de la arquitectura funcionalista o moderna: una trama de huecos verticales y la combinación, que se tornará en usual, de revestimientos de ladrillo visto y superficies revocadas (Algorri, Boto, Cañas y González, 2000, 78 y 79).
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La calle desemboca hoy en una pequeña plaza donde se erigía la iglesia parroquial de San Esteban de Renueva, que fue destruida a mediados del siglo pasado, borrando para siempre su arquitectura sencilla de arrabal, con planta de cruz latina, cabecera rectangular y espadaña de ladrillo a los pies, a juzgar por las fotos antiguas (Crémer, 1980, 130 y 131). Tan sólo, algunas imágenes devocionales del siglo XVI se trasladaron a la nueva parroquia construida más al norte (Llamazares, 1984, 119 y 120). En esta plazuela el peregrino contempla al fondo la fachada del edificio de viajeros de la Estación Matallana, construido por L. del Río e inaugurada el 5 de mayo de 1923. El conocido como ferrocarril hullero había comenzado su andadura en 1894 a cargo de la empresa Ferrocarril Hullero La Robla a Valmaseda S.A., después llamada Ferrocarril de La Robla S.A., sirviéndose de trenes de vía estrecha que comunicaban León-Bilbao y que se destinaban básicamente al transporte de carbón, un recurso capital de la economía provincial hasta las últimas décadas del siglo XX, para abastecer la siderurgia bilbaína (Fernández Díaz-Sarabia, 2003, 142 y 143; Serrano, 1993, 118). La ampliación de la línea ferroviaria desde el núcleo hullero de Matallana hasta la ciudad leonesa dinamizó el transporte de viajeros en el valle del Torío y la Estación de Matallana se convirtió en el motor del desarrollo económico y urbanístico del nuevo barrio.
Prosiguiendo en dirección al río, el peregrino recorre la calle Suero de Quiñones, denominación que sustituyó avanzado el siglo XX a la calle Renueva. Ese nombre tiene resonancias romeras porque recuerda a aquel poderoso noble leonés que defendió en justas de caballería el amor a su amada, quizás su esposa, Leonor de Tovar, de la que se sentía prisionero, en el paso del puente de Hospital de Órbigo, un hito en el Camino de Santiago por la provincia leonesa, en el año 1434, año Santo Campostelano. Fue el episodio conocido como el Passo Honroso y se prolongó durante quince días antes y quince días después de la festividad del Apóstol Santiago, a quien Don Suero se encomendó para poder romper trescientas lanzas de otros tantos caballeros de los reinos hispanos y de tierras europeas, con la ayuda de nueve de sus fieles (Mingote, 1978, 69-89; Alonso Luengo, 1982). Esta zona por la que transita el peregrino sufrió un cambio extraordinario a lo largo del siglo XX, porque las antiguas huertas medievales fueron paulatinamente ocupadas por viviendas plurifamiliares bajo el impulso urbanístico del Plan de Ensanche de la ciudad de León del año 1897, realizado por el arquitecto Ruiz de Salazar, para planificar el crecimiento urbano de la ciudad hacia el oeste, entre la Ciudad Vieja y el río y la estación. La actual calle Suero de Quiñones constituía el borde septentrional del Ensanche y en su trazado lineal y amplitud, así como en los propietarios de los inmuebles (como la casa con fachada de ladrillo construida por el arquitecto Torbado en 1920), testimonia la planificación urbanística y el destino burgués que lo animaron en su concepción. A pesar de que la especulación alteró en gran parte la concepción racional y funcional del Ensanche, dando prioridad a la calle Ordoño II en vez de la calle diagonal formada por la Gran Vía de San Marcos y densificando la ocupación en detrimento de los espacios verdes, el Ensanche de León constituye un ejemplo destacado en España de los proyectos burgueses de crecimiento urbano planificado de finales del siglo XIX.
Cuando el romero abandona la antigua calle Renueva y contempla ya cercano el convento de San Marcos, queda gratamente sorprendido al dirigir su mirada hacia el norte con la profunda transformación urbanística que ha tenido el lugar denominado Eras de Renueva (las zonas de trilla de la puebla medieval), dondese ha desarrollado desde los años noventa del siglo pasado, aunque tardíamente respecto al proyecto y urbanización inicial, un polígono homónimo que se ha convertido en el nuevo centro de servicios de la ciudad, culturales y administrativos, además de zona residencial. Algunos presentan arquitecturas notables, como el Auditorio y el Musac (Museo de Arte Contemporáneo), obra de los arquitectos Mansilla y Tuñón.
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