LA HUELLA DEL CAMINO EN LA CIUDAD DE LEÓN
PASO 33: Hospital de San Marcos

En el extremo este, el peregrino, como hicieron todos sus antecesores, contempla un sencillo edificio, de bajo y primera, con sillería en las esquinas, una puerta con arco de medio punto ligeramente rebajado y decorado austeramente con una arquivolta y capiteles lisos, y con rítmicos vanos de ventanas y balcones. En la actualidad, es la sede del Defensor del Común de Castilla y León, pero todos los romeros lo identificaban inmediatamente como su casa, la Casa del Peregrino, denominación cariñosa que la tradición nos legó de uno de los hospitales más admirados a lo largo del Camino Jacobeo y el más importante en la ciudad junto con el de San Antonio: el hospital de San Marcos, el único superviviente de los diecisiete hospitales que acogió la ciudad. El actual data de una reforma de finales del siglo XVIII, tal y como indica la cartela situada sobre la puerta de arco de medio punto: “HIZOSE SIENDO P(rior) D(on) DECO (Diego) GCZ (González) DE TENA. AÑO 1791” (Vázquez de Parga, Lacarra y Uría, I, 1949, 370). Pero su fundación, ligada a la construcción del puente sobre el Bernesga, como fue frecuente en otras alberguerías del Camino Jacobeo, se remonta al año 1152, cuando la infanta Doña Sancha, hermana del rey Alfonso VII, donó una heredad cercana al puente de San Marcos para hacer una iglesia y un hospital para el socorro de los peregrinos a Santiago bajo la administración del Cabildo de la iglesia de León (“ad recipiendum pauperes Christi, ad hedificandos domos et ad morandum ibi servientes ipsius terre”) (Vázquez de Parga, Lacarra y Uría, II, 1949, 258). En el año 1175 pasó a ser regentado por la Orden de Santiago.

Cuadro de texto: Antiguo hospital de San Marcos

El hospital medieval, que fue rehecho salvo los muros en el año 1498 porque se encontraba en un estado de completo abandono, a juzgar por los informes que realizaban los visitadores de la Orden de Santiago, estaba construido con canto rodado recibido con argamasa en la planta baja y de tapia y ladrillo en la alta, tenía suelos empedrados y techumbres de madera pintada, además de un artesonado ochavado en la iglesia; disponía de dos salas en la planta baja y alta, unidas por una escalera, destinadas a acoger inicialmente doce camas (cifra simbólica que coincidía con el número de los apóstoles, los primeros pauperes Christi), que se ampliaron a diecisiete en 1528, siempre separando los hombres de las mujeres; los lechos eran de madera de roble con cabecero, estaban individualizados por sábanas blancas a modo de cortinas, y disponían en esa fecha de un colchón, una manta blanca, una frazada (manta peluda) y un repostero (un paño). La regla obligaba a los caballeros de la Orden que fallecían en León y Galicia a entregar su cama a este hospital, quedado su memoria registrada en una inscripción sobre el lecho. Una lámpara de vidrio alumbraba el dormitorio por la noche. La casa estaba dotada de un horno, una gran sala con chimenea, una capilla sobre la puerta de entrada, con un retablo pintado con tres tablas de la Asunción de la Virgen y las historias de la Magdalena y de Santiago, y la vivienda del hospitalero, también en la planta alta, con cocina y horno; en la parte trasera existía un corral con un pozo, un establo y pajar que se continuaba con otros corrales y prados cerrados. Además del hospitalero, una señora se encargaba de las tareas de limpieza de la casa y de la ropa (Vázquez de Parga, Lacarra y Uría, III, 1949, Apéndices dóc. 70, 71 y 72). El hospital nuevo, que fue muy transformado en la planta baja cuando se instalaron las cuadras de la Remonta del Ejército, tenía una gran sala en el piso alto, de 14 por 35 metros, dividida en dos por un muro, con una chimenea al fondo (Ídem, I, 1949, 370 y 371).

Según nos narra en 1670 el peregrino y sacerdote boloñés Domenico Laffi, el hospital de San Marcos era recomendado para la ida a Santiago (el de San Antonio lo aconsejaba Manier para el regreso), señala que daban a los peregrinos la “passada”, es decir una libra de pan, y que le marcaron el palo del bordón con el fin de controlar que los huéspedes no estuvieran más del tiempo reglamentario, normalmente tres días en verano y cinco noches en invierno (Casado y Carreira, 1985; Vázquez de Parga, Lacarra y Uría, I, 1949, 313).

Si esta alberguería era de apariencia sencilla y sobria, el convento, hoy hostal, de San Marcos deslumbra al peregrino, ya que, no en vano, es una obra señera del plateresco español, al lado de una iglesia que testimonia los últimos alientos del estilo gótico hispanoflamenco. Sus orígenes se remontan al citado año de 1152 y al patronazgo de Doña Sancha, quien cedió un terreno al arcediano Arias para que además del hospital, levantara una iglesia y unas casas para vigilar el puente. En el año 1172 se funda un convento de clérigos regulares de San Agustín bajo la advocación de San Marcos, que, en realidad, fue un monasterio propio bajo la dotación y administración de Suero Rodríguez y otros caballeros leoneses. Tres años después, en 1175, este noble debió ingresar en la Orden de Santiago y donó a dicha institución el convento, pasando los caballeros y clérigos regulares a constituirse en el brazo armado y religioso, respectivamente, de la nueva Orden. A partir de ese momento, los conventos de Santiago de Uclés y de San Marcos de León se convirtieron en las cabezas de la orden santiaguesa en Castilla y León, disputándose la preeminencia. El poderío económico y dominial que fue adquiriendo la Orden de Santiago llevó al rey Fernando, después apodado “el Católico”, a hacerse con su pleno control y proclamarse en 1476 Gran Maestre. Este cambio político animó la construcción de un nuevo convento desde 1515, cuyo maestro de obra fue Juan de Orozco hasta 1539, fecha en la que, tras su fallecimiento, fue sustituido por Martín de Villarreal, al tiempo que Juan de Badajoz el Mozo se hacía cargo de la obra de la sacristía; junto a ellos trabajaron un grupo de grandes escultores como Juan de Juni y Guillén Doncel, entre otros, en la fachada y dependencias y en la sillería coral. En 1541 se consagró el edificio, aunque estaba inconcluso en su mitad occidental, por lo que la comunidad lo abandonó en 1560 trasladándose a Calera y a Mérida; retornaron en 1602 y se reemprenden las obras a partir del último tercio del siglo XVII, las cuales se concluyeron (el claustro y el costado cercano al río) en 1715, a cargo de Martín de Suinaga, acompañado de escultores como Bivero y otros. Durante gran parte de estos doscientos años, el convento medieval convivió con el renacentista. (Campos, 1993, 189-199).

La biografía de la Orden de Santiago, como las demás Órdenes Militares de España, concluyó en el año 1836. Desde ese momento, el edificio fue destinado a múltiples y cambiantes fines: centro de Enseñanza Media; escuela de Veterinaria (1852); Colegio de Jesuitas (1859-68); hospital (1870 y 1874); pabellón de Voluntarios del Ejército (1871); Colegio de P.P. Escolapios (1879); oficinas del Estado Mayor del 7º cuerpo del Ejército (1893-94); Depósito de sementales del ejército (1899) y cárcel durante la Guerra Civil (Campos, 1997, 11-13). El 6 de junio de 1869 se inauguró el Museo Provincial, uno de los más antiguos de España, que ocupó parte de sus dependencias y acoge una de las mejores colecciones de epigrafía romana del país y piezas únicas, de prestigio mundial, como la cruz votiva de Santiago de Peñalba y el Cristo de Carrizo. En el año 1963 gran parte del antiguo convento fue destinado a hotel.

Cuadro de texto: Escudo de la Orden de Santiago

Perdido definitivamente el uso del hospital, al peregrino actual le queda admirar la belleza de este monumento; detenerse en los detalles escultóricos de su fachada, salpicada de inscripciones con la fecha de la obra, e identificar cada uno de los medallones que ornan el zócalo, que pretenden enraizar la nueva monarquía de los Austrias con los héroes de la mitología clásica y con los reyes hispanos medievales; recorrer su claustro y dependencias, y disfrutar del conjunto iconográfico de la sillería coral. Como sucedía en la catedral, son numerosas las imágenes de Santiago como peregrino y caballero, acompañado por las veneras o la cruz de Santiago, signo de la Orden. La ventaja que aquí tiene el viajero es que tiene reunidas la mayoría de estas obras en una publicación dedicada a Camino de Santiago en el Museo de León (Lobo, 1999).

 

 

Santiago Matamoros en la portada principal de San Marcos.
Santiago Matamoros en la portada principal de San Marcos.


Una de las más imágenes jacobeas más espectaculares orna la portada barroca principal: un dinámico altorrelive del apóstol Santiago a caballo en la batalla de Clavijo aplastando a los infieles, inscrito en una hornacina avenerada de arco trilobulado. Santiago ocupa este emplazamiento privilegiado porque es el titular de la Orden de la Espada y su iconografía caballera se identificaba plenamente con la función de los “soldados de Cristo” santiaguistas.

Ya en el interior de la iglesia, en la portada plateresca que da acceso al claustro, situada en el muro oeste del transepto, y construida entre 1528 y 1538 (Campos, 1993, 201), se representa a Santiago peregrino en una hornacina avenerada, al lado de la Virgen y San Agustín, remarcando el carácter de asistencia a los peregrinos que tenía la Orden de Santiago. Es una de las imágenes más interesantes por su riqueza iconográfica, aunque su composición general es semejante al Santiago peregrino de la capilla de la Virgen del Camino de la catedral: de edad madura y rostro barbado, tiene la pierna izquierda doblada; viste túnica más corta que aquél, se cubre con capa y va descalzo; el sombrero echado sobre la espalda y sostenido por un barboquejo, se decora con conchas en su interior; portaba bordón en la mano izquierda (perdido) levantada a la altura de la cabeza, y tiene el libro abierto sobre su derecha; lleva amplio zurrón con solapa de cierra sobre su costado izquierdo, sostenido por una correa que le cruza el pecho; se ciñe un cinturón de cuero del que cuelgan una venera y un gran rosario, motivo éste infrecuente en la iconografía de la ciudad.

 

Santiago Peregrino en la iglesia de San Marcos

En la primera sacristía, el apóstol es el protagonista iconográfico del retablo pétreo: su busto está representado en un medallón situado a la izquierda de la hornacina, con el sombrero decorado con una venera; en el cuerpo rectangular superior se esculpe la batalla de Clavijo y en el tímpano semicircular que remata el retablo, hay otro busto de Santiago portando la cartela TIMOR MORISCO, relieves con los que se trata de resaltar la coincidencia de Santiago apóstol con la Orden de Caballería como defensora de la fe. Su presencia remarca el carácter de la orden militar santiaguista.

 

Santiago peregrino en la sillería de San Marcos.
Foto Museo de León

El coro y sillería de San Marcos proporcionan al romero un conjunto de imágenes santiguesas que le permiten completar la visión iconográfica de Santiago como peregrino y caballero, además de dos representaciones de la batalla de Clavijo. Las puertas del coro le deparan las primeras imágenes enfrentadas, en dos medallones de piedra tallados en altorrelive. Uno es un busto corto, situado sobre la puerta de entrada (norte), donde se representa completamente de perfil, con una mano que sostiene el bordón rematado en bola y un sombrero de ala aplastada sobre la frente y extendida por detrás, que está decorado con venera y bordoncillos en aspa. El otro es un Santiago caballero que está colocado sobre la puerta de enfrente (sur) y rodeado por cuatro cabezas de ángeles: viste cota de mallas y capa al viento, sombrero del mismo tipo que el anterior; porta pendón en la izquierda con la cruz de Santiago y blande espada en la derecha; el peto del caballo está recubierto por completo de conchas y hay dos musulmanes bajo sus cascos. La bóveda completa las imágenes de Santiago en un medallón del último tramo, a la izquierda (sur): un busto en altorrelieve policromado, en el que lleva el sombrero sobre la espalda, con los mismos adornos, y un bordón moldurado con calabaza.

La sillería le depara al romero otras obras de gran valía artística, algunas ejecutadas por el prestigioso Juan de Juni cuando trabajó en San Marcos. Una imagen de Santiago el Mayor como peregrino ocupa un emplazamiento principal a la izquierda de Cristo con el Niño, que tiene al otro lado, a San Pedro. Es obra de Juan de Juni (Oricheta, 1997, 171 y 172) tallada en un respaldar de la sillería alta, y como en la catedral, en con una composición novedosa: hercúleo pero de aspecto cansado, se apoya en un bordón moldurado que sujeta con firmeza a la altura de su cabeza mientras lee un libro colocado a distancia sobre una roca, a cuyo lado reposa una calabaza; viste túnica y capa cruzada sobre el hombro izquierdo, como es habitual en el siglo XVI y va descalzo; el sombrero, que reposa sobre su espalda y se sujeta con un barboquejo, está decorado en el ala con una venera central, enmarcada por dos bordoncillos en aspa y dos insignias de conchas en los extremos; debajo, la inscripción S. IACOB MAIOR y tres pequeños relieves de tres personajes, uno con sombrero decorado con venera (?). En el cerramiento lateral se talla la batalla de Clavijo: Santiago, con la cabeza desproporcionada de canon, viste de romano con la capa al viento; blande una espada curva árabe y la otra mano el pendón con la cruz de la Orden de Santiago; su caballo aplasta a un enemigo y el resto del ejército huye asustado. En el cerramiento del lado del Evangelio se representa a San Roque: hercúleo y enérgico; viste túnica corta y capa y calzas en los pies; con la mano derecha recoge la túnica y muestra el bubón; porta bordón moldurado y zurrón en el costado; le acompañan un ángel que le entrega una flor curativa y el perro ofreciéndole el pan en la boca.

Peregrinos ante el altar de Santiago,
Maestro de Astorga, Museo de León

El recorrido por el claustro le depara al romero, además de un excepcional altorrelieve de un Nacimiento con perpectivas renacentistas impecables, dos medallones en las bóvedas con representación de Santiago peregrino: uno en la galería norte, en el segundo tramo, donde lleva sombrero con ala extendida por delante y por detrás, se cubre con capa decorada con una concha en el cuello y porta bordón moldurado; el otro, de igual iconografía e inscripción S.JAGO, en la galería oeste, en el tercer tramo a partir de la puerta que da acceso al hotel. En esa misma crujía y colocada sobre el antepecho, se encuentra una gran escultura de bulto redondo procedente de la catedral, de los siglos XVII-XVIII, se Santiago peregrino, sin sombrero, bordón (perdido), libro y, como novedad iconográfica, una calabaza colgada del cinto.

 

La visita del Museo depara al peregrino otras representaciones jacobeas que, dado que están estudiadas y publicadas detenidamente (Grau, 1999 y González Chao, 1995), sólo mencionamos: dos esculturas de bulto redondo de la segunda mitad del XV de Santiago peregrino, una de caliza y otra de madera tallada, ésta de Santiago como doctor; un óleo sobre tabla de San Juan y Santiago realizado por Juan Rodriguez Solís a comienzos del siglo XVI; un óleo sobre lienzo anónimo de la segunda mitad del siglo XVII de un Santiago peregrino; y un obra de gran interés iconográfico de tema jacobeo: “Peregrinos ante el altar de Santiago”, óleo y temple sobre tabla del Maestro de Astorga y su círculo, de hacia 1530, que fue encargado por la cofradía de “pelliteros” o boteros para su capilla o ermita de Santiago en la ciudad de Astorga. En esta obra se representa un grupo de peregrinos con sus atuendos romeros, acompañados del bordón, calabazas y rosarios, que han culminado su viaje y están en la girola de la catedral de Santiago ante la imagen del Apóstol: unos rezan, otros charlan, algunos contemplan al Santol y uno duerme al igual que su perro por el cansancio del camino (Grau, 1999, 30-32). Completan el conjunto una serie de tres lienzos con la historia de la vida de Santiago apóstol, no peregrino, anónimos de comienzos del siglo XVI que, quizás, sean los procedentes de la iglesia del hospital de San Marcos.


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