PASO 6: Barrio y Hospital de San Lázaro |
El barrio de San Lázaro, citado como tal en 1232 (Estepa, 1977, 138) era eminentemente rural, con muchos huertos, eras, prados e incluso viñas, entre los que había algunas casas y solares (Represa, 1969, 265), por lo que estaba poblado fundamentalmente por hortelanos, a los que se sumó el sector artesanal de los “capelleros”, unos menestrales textiles que elaboraban capas. Por eso, una parte de esta zona se denominaba “capellería”, tal y como lo denuncia la antigua calle “cal silvana a capellería” (actual calle Santa Ana). Este suburbio ofrecía al peregrino el primer hospital e iglesia de una ciudad, la leonesa, que tenía fama entre los romeros de estar dotada de muchas instituciones de albergue y hospitalarias (alberguerías y hospitales eran sinónimos en época medieval), de los que llegó a haber hasta diecisiete (Vázquez, Lacarra y Uría, II, 1949, 253-254). El primer hospital dedicado a los peregrinos se había fundado en una fecha muy temprana, el año 1084, frente a la iglesia de Santa María, en un lugar que su promotor, el obispo Pelayo, no juzgó como el más adecuado para su función, por lo que su sucesor construyó, tan sólo ocho años después, otra alberguería fuera de la muralla romana, junto a la iglesia de San Marcelo, éste sí a la vera del Camino Francés (Vázquez, Lacarra y Uría, I, 1949, 296-298). El primer hospital que encontraba el romero, hoy ya desaparecido, era el hospital de San Lázaro. Estaba dedicado a los leprosos, incluido los peregrinos, y a los enfermos de cualquier mal contagioso, y disponía de una iglesia o ermita atendida por un prior. Esta leprosería, que ya es citada desde el año 1164 (Estepa, 1977,136), contribuyó al surgimiento del suburbio. Estaba regentada por el cabildo y subsistía, como sucedía a la mayoría de la alberguerías del Camino Francés, gracias a las donaciones y limosnas que le habían concedido los reyes desde mediados de siglo XIII; más tarde, eximieron a ésta del pago de impuestos (Álvarez, 1992, 68 y 69). El edificio debía constituir una casa-corral, con una fuente para su mantenimiento (Ídem 174) y al menos una calle interior, a la que se referían como “rua nova que llaman de los leprosos”, en 1316 (Represa, 1969, 265, nota 61). En este lazareto, situado por razones sanitarias en los márgenes de la ciudad, la pícara Justina conversó con una leprosa que pedía limosna a la puerta de la iglesia tañendo unas tabletas para hacerse oir. Su opinión sobre el pequeño templo tampoco fue positiva: “Quise entrar a hacer oración, mas vi unos altarcitos y, en ellos, unos santitos tan mal ataviados, que me quitaron la devoción” (La Pícara, 1605 (1991), 261).
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