ELOÍSA OTERO
La voz de poeta de Eloísa Otero resulta tan cantarina que parece traducirnos lo intraducible del gallego, la lengua limítrofe a su música leonesa. Se escucha como conjuro contra las megalomanías, contra todo lo que nos remita a tamaños grandes. Así escribe poemas breves, ligeros, como vilanos; consistentes solo si se les hace hueco, si se acoge su rumor que viene volando y se queda enganchado un segundo en el corazón. Lo menudo, lo imperceptible: lo que pasa desapercibido para la mayoría. Los volanos abren sus paraguas y emigran de alma en alma, de casa en casa, de memoria en memoria: levedad y baile que se esparce como rumor de poesía.
Estos son los dominios de la poeta: las cocinas donde hierve el caldo, el recuerdo de los guisos de la abuela, las agujas de las mujeres tejedoras de sentimientos, las ausencias que solo una fotografía o una hoguera en la noche consiguen, a duras penas, mitigar la herida abierta. "Está templada la casa/ y no sé/ por qué no vuelves." Invoca objetos (alboronía, caldo, abuela...) y nombrándolos atrae la memoria de las personas queridas. Tras esas realidades tangibles de la memoria infantil ("piel de naranja,/ hierros en el fuego, arroz con leche,/ papilla, papaya, dulzura,/ toda la nata en una pota") regresan las presencias imposibles de los que nos han dejado.
El poema es siempre perseguido, imposible de conseguir. Pero en su proceso de búsqueda, de rastreo de palabras la poeta atraviesa el tiempo y llega "hasta la vieja casa de nuestra memoria." El poema es el lugar, único, donde decir "existes", "existirás" también, porque "yo solo soy contigo dentro." Es la única manera de convocar a quienes nos han dejado, los que ya no están entre nosotros.
La voz de la periodista Eloísa Otero tiene mucho que ver con la de la poeta. Ambas se fijan en lo que está en los márgenes del guion social establecido: escribe sobre nuestra locura, sobre nuestros locos. Siempre se pregunta por qué. Pone el foco en las aventuras más allá de lo común: una esquiadora sin piernas de once años. Un reto contra lo convencional.
Personalmente conoce bien el dolor de las pérdidas, de los que están en los márgenes, los que aparentemente se salen del discurso normal. Y se emociona con las que se rebelan contra lo trillado. Demos una oportunidad, demos voz a quienes esquían con una sola pierna, quienes escriben sin bolígrafo y papel, quienes gritan sin voz, quienes practican la espeleología del alma sin arneses ni medidas de seguridad. Quienes se lanzan a lo desconocido, y lo abrazan.