El objetivo de la educación literaria no es el placer de la lectura, ni su fomento, ni el desarrollo del hábito lector... sino proporcionar los medios para que esto ocurra.
Con frecuencia se señala una doble vertiente en las diferentes formas de leer de nuestro alumnado:
- La lectura como acto individual placentero, preferentemente de textos literarios
- La lectura escolar "impuesta", dirigida y encaminada al objetivo de conocer los entresijos de la literatura.
El problema no es tanto la diferencia entre ambos tipos de lectura, como la desconexión entre las mismas, cuando no la oposición entre ambas. El acercamiento del alumnado a la lectura y la profundización en la misma se realizan muchas veces en términos que en nada se parecen a los espacios y tiempos en que se desenvuelve la vida de cualquier persona que lee.
Un Plan de lectura de centro es una oportunidad para reflexionar sobre este tema y organizar actuaciones coordinadas al respecto, en las que puedan identificarse situaciones pensadas por la escuela para ayudar al desarrollo de la competencia lectora y literaria. Debemos señalar que "el fomento de la lectura no garantiza la educación literaria, que requiere aprendizajes planificados. Es más, el objetivo de la educación literaria no es el placer de la lectura, ni su fomento, ni el desarrollo del hábito lector... sino proporcionar los medios para que esto ocurra (1).
El objetivo sería que el alumnado encuentre un lugar para la lectura literaria en su autoformación y en su tiempo personal, que afiance sus propios gustos literarios y que sea capaz de leer cualquier texto literario, se ajuste o no a sus preferencias.
Lo importante es desarrollar y afianzar la competencia lectora de la infancia y de la adolescencia, cuyo desarrollo está ligado íntimamente al modelo de enseñanza y de aprendizaje de la lengua y de la literatura que se imparte en las aulas. Y en los centros se manifiesta una importante diversidad al respecto.
En ocasiones, en nuestro afán por potenciar la lectura desde el ámbito escolar, propiciamos sin querer el efecto rebote. La obligación de que "sean lecturas de calidad" y el acompañamiento de trabajos, hace que los alumnos odien los clásicos y que lean por obligación y sin disfrute los libros propuestos como "lectura obligatoria" para aprobar desde todas las áreas.
También tenemos ejemplos de la actuación contraria. Sabedores de que el juego es un ingrediente básico y fundamental de toda animación, se suelen planificar las actividades en torno a la lectura con una visión reduccionista de este concepto. Leer no es un juego, ni una aventura, ni un viaje. Son entusiastas metáforas que, más que aclarar, confunden.
Muchas actividades que se hacen en torno al libro tienen como finalidad pasárselo bien, pero no atajar algunas de las causas intelectuales que impiden a ciertos alumnos comprender e interpretar, sentir y vivenciar los textos. De ahí lo difícil que resulta elaborar actividades de animación lectora que trabajen en lo referido a diluir las causas de inapetencia lectora.
La alternativa al aburrimiento del alumnado no está en hacer de la actividad académica un circo, sino en transformar el saber declarativo –el saber sobre– en saber procedimental –saber hacer algo con el anterior saber–. Por eso se sostiene que la responsabilidad de la escuela es dotar al alumnado de aquellos instrumentos de la competencia lectora para que mediante ellos acceda a los textos literarios cuando quiera o desee.
En esta línea, en algunos centros se programan lecturas para ir ayudando a leer libros de progresiva dificultad literaria, pero también de una mayor capacidad de generar placer lector cuando se saben leer. Es una tarea ambiciosa y no exenta de dificultades.
El diccionario de la Real Academia Española define literatura como: "Arte que emplea como medio de expresión una lengua". Solemos entender el arte como virtud, habilidad, capacidad de interpretación de lo real o imaginario de una manera bella y elaborada. A partir de ello, el objetivo puede ser dotar al alumnado de las capacidades o destrezas para saber interpretar este arte y, lo que es tan importante o más, de la capacidad de crearlo. Si además lo hacen viviéndolo no como una carga sino como algo gratificante, habremos dado un paso de gigantes.
La lectura es una actividad intelectual, no solamente lingüística, potencialmente enriquecedora pero no exenta de dificultades, como todo acto de entendimiento. En palabras de Luis Landero: "Leer es un acto lúdico, dijo alguien, y esa majadería se acató por dogma… la lectura a menudo es un placer que cuesta, aunque sólo sea porque supone aislamiento, concentración, esfuerzo, además de esclarecer o asumir incertidumbres, cosa que siendo placentera es también problemática, como cualquier actividad donde la mente y los sentidos han de estar alerta y a veces en tensión" (2)
Todas las áreas deben utilizar de una forma reflexiva el código lingüístico y, además, el área de Lengua castellana y literatura parece el cauce adecuado para familiarizar al alumnado con las rutinas, procesos y capacidades necesarias para la lectura literaria de textos y con la creación de los mismos. La dificultad estriba en el cómo lograr este resultado. "Leer para aprender a leer literatura puede llegar a ser un motivo para leer atractivo siempre que los medios empleados sean los adecuados".
La tarea de educar es siempre una tarea en equipo. Educar para leer literatura requiere acuerdos globales y la participación de todos los miembros de la comunidad educativa, también y por supuesto de las familias. El camino para la consecución de este fin será largo, a veces tortuoso y en algunos momentos poco gratificante pero a la larga, con el método y la constancia apropiados, seguro que es fructífero. Este camino el alumno no lo puede hacer solo, deberá ser guiado, acompañado, ayudado, alentado, reorientado, supervisado. Esa es la tarea del docente dentro de un Plan de lectura de centro, que diferencie dos aspectos:
- El fomento de la lectura como acto personal y libre, tal y como funciona socialmente. Su objetivo es la autonomía lectora de literatura como acto voluntario autónomo y placentero. Se integrarán actividades y espacios que busquen crear situaciones propicias para leer de forma libre y para orientar a los jóvenes lectores en la selección de sus lecturas (ver anexo VII "Las Biblioteca Escolares")
- El desarrollo de la competencia literaria por medio de la educación literaria, que capacita para que se amplíen las posibilidades de lectura autónoma de los textos del canon. Esta línea de trabajo debe integrar actividades y espacios para:
- Suscitar la implicación y la respuesta afectiva en relación con los textos, es decir, hacer vivir la "experiencia literaria".
- Hacer progresar al alumnado en relación con la complejidad interpretativa de los textos mediante el conocimiento de las convenciones temáticas y formales de la tradición literaria y el contexto en que se producen.
(1) Felipe Zayas "Las situaciones de lectura en el contexto escolar". III Congreso Leer.es. Motivos para leer. Compromiso con la lectura, 25-27 de noviembre de 2011.
(2) Luis Landero, Entrelíneas, Tusquets